Entrevistas

1992: Oscar Ruggeri en Montevideo: cuando la historia se sienta a la mesa

Ese día Ruggeri no vino a repartir frases hechas: vino a reafirmar lo que siempre sintió.

GRANDES ENTREVISTAS/Desde Montevideo Eduardo Mérica para FMFUTBOL.

Hay encuentros que no se buscan: llegan.
Y cuando llegan, traen consigo el peso de las grandes gestas.
Así fue aquella jornada en Montevideo cuando nos encontramos cara a cara con Oscar Alfredo Ruggeri, campeón del mundo, caudillo de mil batallas, hombre de fútbol en su versión más pura y visceral.

Lo primero que sorprende de Ruggeri es su energía. Habla como jugaba: directo, frontal, sin maquillaje. La charla comenzó con recuerdos sueltos, anécdotas de vestuario, pero enseguida tomó un rumbo inevitable: el vínculo eterno con Nelson “Tano” Gutiérrez.

La dupla invencible

Ruggeri y el Tano no fueron simplemente compañeros:
fueron una sociedad futbolística que ganó todo con River Plate en los años más gloriosos del club.

Compartieron copa tras copa, batalla tras batalla, sudor y sangre.
Ruggeri lo dice sin pensarlo demasiado:

“Con el Tano nos mirábamos y ya sabíamos qué hacer. Ese uruguayo era una muralla. Yo me sentía gigante al lado de él.”

En River, juntos, levantaron:

  • Copa Libertadores 1986

  • Intercontinental 1986

  • Campeonato local

Y construyeron una de las defensas más duras que vio el continente.
Para muchos, Ruggeri aportaba la fiereza argentina y el Tano la solidez oriental que parecía tallada en granito.

El respeto a los uruguayos

Si algo queda claro al escucharlo hablar, es la admiración profunda que Ruggeri tiene por los uruguayos.
Se le ilumina la mirada, cambia el tono, se ablanda un poco la voz.

Varias veces repitió frases que lo pintan entero:

“El uruguayo no negocia el esfuerzo.”
“En mi equipo, dejame siempre un uruguayo: te salva la vida.”
“Los uruguayos son distintos: juegan como viven, con dignidad.”

Estas palabras no son pose.
Son el reconocimiento de alguien que convivió, combatió y celebró al lado de jugadores orientales en los momentos más intensos de su carrera.

La carrera de un gigante

Hablar con Ruggeri es recorrer un mapa del fútbol sudamericano y mundial:

  • Campeón del Mundo con Argentina en México 1986

  • Campeón de América en 1991 y 1993

  • Ídolo en Boca, River, San Lorenzo, Lanús

  • Ícono en Real Madrid

  • Comandante de defensas que se recordarán para siempre

Pero más allá de los títulos, su mayor mérito es su carácter.
Ruggeri habla con pasión, con memoria viva, con ese fuego que no se apaga en quienes fueron guerreros verdaderos. No viste su historia: la carga en los hombros.

La charla en Montevideo

En medio del diálogo, cuando mencionamos su época dorada con el Tano Gutiérrez, Ruggeri sonrió con esa sonrisa de amigo viejo:

“Al uruguayo lo querés o lo admirás. No hay otra. A Gutiérrez lo quería y lo admiraba. Ese loco te daba seguridad, ¿sabés? Seguridad. Con él atrás, cualquiera se animaba a ir al frente.”

Y ahí entendés que la gloria no se fabrica: se vive.
Y se recuerda con la franqueza simple de los grandes.

Montevideo quedó impregnado de esa charla, como si el aire se hubiera cargado de historia, de camisetas sudadas y noches épicas.
Ruggeri no vino a repartir frases hechas: vino a reafirmar lo que siempre sintió.

El abrazo con el Tano Gutiérrez no fue solo entre dos futbolistas:
fue el abrazo eterno entre Argentina y Uruguay, entre dos maneras de sentir el fútbol que en el fondo son la misma.

Ruggeri: el último caudillo

Hablar de Oscar Alfredo Ruggeri es hablar de una estirpe en extinción. De esos defensores que no pedían permiso para entrar a la historia: entraban de frente, con la cabeza vendada, la camiseta transpirada y el corazón latiendo a ritmo de guerra.
Un caudillo en el sentido más literal del fútbol.
Un futbolista que jugó siempre como si estuviera defendiendo algo más grande que un club: un país, una identidad, una manera de sentir la vida.

Cuando uno se sienta a conversar con Ruggeri, como aquella vez en Montevideo, la sensación inmediata es que la charla no empieza: te golpea. Llega sin anestesia, como una patada suya en un clásico. Su forma de hablar es su forma de jugar: directa, filosa, sin buscar quedar bien. Ruggeri no negocia ni en la anécdota.

El hombre que nació para ganar

Pocos jugadores en la historia del fútbol argentino acumulan un palmarés tan contundente:

  • Campeón del Mundo (México 1986)

  • Campeón de la Copa Intercontinental

  • Copa Libertadores

  • Copa América

  • Ligas en Argentina y España

  • Ídolo en Boca, River, San Lorenzo y Real Madrid

Ruggeri no fue un defensor más: fue un símbolo.
Un líder natural en todos los equipos donde jugó, de esos que contagian confianza con solo estar.

La mirada de Ruggeri sobre sí mismo

Lo fascinante del Cabezón es que jamás se esconde detrás del mito. Habla como habla un tipo de barrio al que la vida le dio un talento feroz, pero que jamás olvidó de dónde salió. Su tono, cuando repasa su carrera, nunca es de diva: es de soldado.

“Yo jugué con el corazón antes que con los botines.”
Es una frase que repite con frecuencia. Y es cierta.

Ruggeri nunca se vio como estrella: se vio como un trabajador del fútbol.
Y es eso, justamente, lo que lo hace gigante.

El respeto como bandera

Si algo distingue a Ruggeri de otros campeones es la forma en que respeta al rival, al compañero y a cualquier persona que haya pasado por una cancha. Ruggeri entiende el fútbol como una hermandad de sufrimientos compartidos. Por eso no sorprende que hable con devoción de los jugadores uruguayos, a quienes siempre consideró “de los más nobles que existen”.

Para él, el fútbol no es un mundo dividido por nacionalidades: es un territorio donde se reconocen los valientes.

El Ruggeri humano: el que te mira a los ojos

Durante aquella conversación en Montevideo, hubo un instante revelador. Ruggeri, sin cámaras, sin micrófonos, sin pose, recordó su debut en Boca, su salto a River, su llegada al Madrid. Lo contó con la misma naturalidad con la que habla de su infancia.
El secreto es que Ruggeri nunca dejó de ser ese pibe que iba a entrenar en colectivo y que soñaba con jugar un Mundial.

En él conviven la gloria y la humildad, la dureza y la ternura.
Un tipo que puede hablarte de la final de México ‘86 y al minuto contarte una anécdota familiar sin cambiar el tono.

El Ruggeri eterno

Cuando la charla termina, queda la sensación de haber estado frente a un sobreviviente de época.
Un jugador de los que ya no se fabrican.
Un capitán de los que te caminan al lado, no adelante.

Ruggeri no es solo un campeón del mundo:
es el último eslabón de una generación que entendía el fútbol como una misión.

Un hombre que jugó con el alma, habló con el alma y vive, todavía hoy, con el alma a flor de piel.

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba