Wilman, el corazón que volvió a latir en el barrio Arroyo Seco

WILMAN SPORTS/Desde Montevideo Eduardo Mérica para FMFUTBOL.
Wilman, el corazón que volvió a latir en Arroyo Seco
Crónica sobre un barrio, su gente y un club que nunca dejó de soñar
En las calles empinadas y húmedas de Arroyo Seco, donde el olor del arroyo se mezcla con el del asfalto caliente, hay una historia que no figura en los grandes manuales del deporte, pero que late en cada vecino que vivió, jugó o cantó bajo los colores del Club Wilman.
Allí, en el cruce de la vida barrial y el amor por la pelota, nació en 1944 una institución que fue mucho más que un cuadro de fútbol: fue el refugio de los pibes, el punto de encuentro de los vecinos, el escenario de los bailes de carnaval y las comilonas interminables. El Club Deportivo y Social Wilman, como se lo conocía en sus comienzos, surgió del impulso colectivo de un grupo de jóvenes trabajadores del barrio. Sin sede fija, con camisetas cosidas a mano y una pasión que suplía todas las carencias, el club se convirtió en una extensión del barrio.
“Wilman no era solo fútbol —recuerda uno de los viejos socios—, era donde se aprendía a convivir, donde los gurises se hacían hombres y los mayores encontraban alegría después de la jornada.”
Durante las décadas del 50 y 60, el club se transformó en un centro social: organizaba festivales, funciones de recreo para los niños, bailes familiares y campeonatos barriales que paralizaban Arroyo Seco los domingos. Las banderas flameaban desde los balcones y los vecinos decoraban las calles. El Wilman era identidad, pertenencia y comunidad.
Pero como tantas instituciones populares, el paso del tiempo, las crisis económicas y el desarraigo urbano fueron apagando lentamente su voz. Las canchitas se convirtieron en baldíos, y la vieja sede cayó en silencio. Sin embargo, el espíritu del club nunca desapareció del todo; permaneció en la memoria colectiva, en las anécdotas contadas una y otra vez en los bares del barrio.
Ocho décadas después, en 2025, ese mismo espíritu volvió a despertar. Un grupo de vecinos, herederos de aquella pasión de 1944, decidió refundar el Club Wilman. Con herramientas nuevas —redes sociales, voluntariado, gestión comunitaria— pero con el mismo corazón, el club volvió a ocupar su lugar como motor social, cultural y deportivo de Arroyo Seco.
Hoy, el nuevo Wilman impulsa escuelas de fútbol mixtas, talleres culturales, ferias de emprendedores y actividades barriales que recuperan la idea original: el club como casa abierta, como punto de unión, como memoria viva. En su refundación, no solo se rescata una institución, sino un pedazo de historia popular de Montevideo.
“Queremos que el Wilman vuelva a ser el corazón del barrio”, dicen los renovados dirigentes que ayer vistieron la camiseta del Wilman. Y lo están logrando: cada reunión, cada proyecto, cada encuentro de socios vuelve a dar sentido a un sueño que nació hace más de 80 años sobre el Arroyo Seco.
Wilman no es solo un club que renació: es una resistencia barrial hecha identidad, una memoria colectiva que se negó a morir, y una prueba de que, a veces, los sueños de un barrio pueden desafiar al tiempo.

Un barrio que respira historia
Entre el murmullo de las fábricas y las casas de techos bajos que miran hacia la Bahía de Montevideo, Arroyo Seco guarda una tradición que mezcla fútbol, solidaridad y cultura popular. En sus calles nació, en 1944, el Club Wilman, una institución que pronto se convirtió en símbolo del espíritu barrial montevideano.
El club no fue solo una cancha o una camiseta: fue un punto de encuentro. Los trabajadores de la zona, los jóvenes de los centros de estudio y las familias del barrio se unieron para dar vida a un sueño colectivo. Sin grandes recursos, pero con enorme voluntad, el Wilman se transformó en una escuela de comunidad.
La edad dorada de los bailes y la pelota
Durante las décadas del 50 y 60, el Club Wilman fue mucho más que un equipo: fue el corazón social de Arroyo Seco. Las noches de verano estaban marcadas por los bailes familiares, los festivales de barrio y las funciones de actividad popular que organizaba la comisión vecinal.
Los domingos eran sagrados. Las calles se llenaban de fútbol, las radios transmitían resultados y los gurises corrían detrás de la pelota soñando con vestir la camiseta roja y azul. El Wilman era orgullo y pertenencia.

El silencio y la espera
Con el correr de los años, las dificultades económicas y los cambios sociales golpearon a muchas instituciones barriales. El Wilman no fue la excepción. Las canchas se deterioraron, la sede quedó vacía y el bullicio de antaño se apagó lentamente.
Pero el espíritu del club siguió vivo en la memoria colectiva de Arroyo Seco. En los bares, en las esquinas, en los relatos de los viejos hinchas, el nombre Wilman seguía siendo sinónimo de identidad y resistencia.
2024: la refundación del sueño
Ochenta años después de su nacimiento, en 2024, un grupo de vecinos, descendientes de aquellos fundadores y nuevos habitantes del barrio, decidieron refundar el Club Wilman.
Con una visión moderna, pero fiel a sus raíces, el club volvió a levantar su bandera en Arroyo Seco. Hoy impulsa escuelas de fútbol mixtas, talleres culturales, ferias de emprendedores y actividades solidarias que convocan a todas las generaciones a la icónica Plaza de Las Pioneras.
La nueva comisión apuesta a un modelo de gestión comunitaria y sustentable, con foco en el desarrollo social y la integración. El objetivo es claro: que el Wilman sea, nuevamente, la casa de todos.

Más que un club: una forma de ser barrio
La refundación del Club Wilman representa mucho más que el regreso de una institución deportiva. Es una reconstrucción del tejido social de Arroyo Seco, una recuperación de los valores que forjaron su identidad: el compañerismo, la solidaridad y la pasión colectiva.
En tiempos donde las grandes estructuras suelen imponerse sobre las pequeñas comunidades, Wilman resurge como un recordatorio de que la historia también se escribe desde los márgenes, con la fuerza de los vecinos que se niegan a olvidar.




