Entrevistas

Cuando Popović Pasó por Montevideo: El Día que Conocí al Viejo Maestro

POPOVIĆ: La Sabiduría que Encontré en una Tarde de Montevideo, en las puertas del hotel Columbia

HECHALAMERICA/Desde Montevideo Eduardo Mérica para FMFUTBOL.

POPOVIĆ EN MONTEVIDEO: EL DÍA EN QUE LA SABIDURÍA SE SENTÓ FRENTE A MÍ

Montevideo tiene esa costumbre extraña de regalar momentos que uno no busca, pero que quedan tatuados para siempre. Una ciudad donde los bares parecen detener el tiempo y donde, entre cafés largos y conversaciones interminables, el fútbol se cuela por cada rendija. Fue en uno de esos días de cielo plomizo, cuando el viento parecía arrastrar historias viejas por la rambla, que me crucé con él: Vladimir Popović, nada menos que el seleccionador de Perú y uno de los técnicos más respetados que habían pisado suelo sudamericano.

Popović había llegado a Montevideo con su andar tranquilo y su mirada de estratega europeo habituado a descifrar el fútbol como si fuera una partida de ajedrez. A simple vista era un hombre sereno, pero alrededor suyo había una atmósfera de autoridad silenciosa, de esas que no se imponen: se sienten.

Yo apenas esperaba una palabra, una frase cortés, un saludo quizás. Pero esa tarde la vida tenía otros planes.

Cuando lo vi, apoyado cerca de la puerta del hotel donde concentraba la selección peruana, me acerqué con la mezcla de respeto y nerviosismo que provoca un maestro del fútbol. Popović me recibió con una sonrisa y un gesto que invitaba a hablar, como si ya supiera que cualquier amante del fútbol llevaba una historia para contar.

Nos sentamos.
Montevideo siguió girando alrededor nuestro, pero por un instante el mundo parecía reducido a una mesa, dos tazas de café y la voz ronca del serbio que había desafiado océanos para dirigir en Sudamérica.

Habló de Colombia, y sus ojos se iluminaron al recordar los títulos con Santa Fe en 1971 y Deportivo Cali en 1974. Habló de la pasión que encontró en los estadios caleños, de la disciplina de aquel Santa Fe que parecía una muralla, del carácter de los jugadores cafeteros. Se detenía para elegir cada palabra, como si aún estuviera dando instrucciones desde la raya de cal.

Me contó cómo había sido dirigir al Atlético Nacional y a Millonarios, cómo cada institución tenía una identidad que él respetó como si hubiese nacido allí. Y cuando mencionó su paso por Venezuela, sonrió con afecto: “Otro fútbol, otras urgencias, pero la misma alma”, dijo.

Pero lo que más me marcó fue cuando habló de su Perú.
De su llegada a la selección.
Del desafío de ordenar un equipo que soñaba con recuperar su lugar en el continente.

Perú tiene poesía en los pies”, me dijo, mientras levantaba la vista como si viera la cancha delante de él. “Mi trabajo es encontrar el equilibrio entre la poesía y la responsabilidad.”

Cada frase era un pequeño manifiesto futbolero. Cada pausa, una clase.
Yo escuchaba, y lo sabía: esos minutos iban a ser un tesoro.

Le pregunté por Yugoslavia, por Estrella Roja, por su experiencia en el Mundial de Chile 1962. Me relató anécdotas que parecían de otra época: viajes interminables, estadios míticos, delanteros imposibles de marcar.
El fútbol de antes era más salvaje, más intuitivo. Hoy es más rápido, más científico. Pero la pasión… la pasión es la misma.”

Afuera, Montevideo seguía siendo Montevideo: tranquila, nostálgica, generosa.
Adentro, yo estaba en presencia de un hombre que había atravesado guerras, fronteras, continentes y generaciones. Un tipo que había entrenado a cracks de tres países, que había visto al fútbol mutar, que había sobrevivido a todas las crisis del deporte… y seguía hablando del juego con la humildad de quien ama más de lo que presume.

Cuando nos despedimos, Popović me estrechó la mano con fuerza.
No dijo adiós.
Dijo simplemente:
“Sigue preguntando. El fútbol siempre tiene algo más que enseñarnos.”

Y se fue, caminando despacio hacia el interior del hotel, como si cargara sobre sus hombros todas las historias que el fútbol le había dado a lo largo de 85 años de vida.

Yo quedé mirando la puerta cerrarse detrás de él, sabiendo que había vivido algo que no se repite.
Que ese encuentro, ese instante en Montevideo, había sido un regalo del fútbol.

Un cruce con la historia.
Un café con un maestro.
Una tarde que todavía hoy sigue resonando.

 

VLADIMIR POPOVIĆ: EL ESTRATEGA QUE CRUZÓ FRONTERAS Y DEJÓ UNA HUELLA IMBORRABLE

El mundo del fútbol despidió en 2020, a uno de sus viejos sabios. A los 85 años falleció Vladimir Popović, un hombre que llevó el juego a su máxima expresión en cuatro continentes, un entrenador cuyo nombre quedó grabado en la memoria de Colombia, de Perú, de Venezuela y, por supuesto, de su Serbia natal. Popović no solo fue un técnico ganador: fue un constructor de proyecto, un forjador de carácter, un líder que entendió el fútbol como una forma de vida.

CARA A CARA CON POPOVIC EN MONTEVIDEO

Nacido en un país que ya no existe en los mapas —la antigua Yugoslavia—, Popović creció respirando fútbol. Y muy pronto su talento lo llevaría a vestir camisetas que marcarían su destino: Estrella Roja de Belgrado, donde se formó; el VfB Stuttgart y el Stuttgarter Kickers en Alemania; y la UD Canarias. Su temple, su técnica y su capacidad táctica lo impulsaron hasta la Selección de Yugoslavia, con la que disputó 20 partidos internacionales, participó en la Copa del Mundo de 1962 en Chile y en las eliminatorias rumbo a Inglaterra 1966. Era, ya entonces, un jugador con mirada de entrenador.

Pero fue en los banquillos donde Popović alcanzó su verdadera dimensión. En tiempos en los que pocos técnicos europeos se aventuraban a dirigir en el continente americano, él tomó la valija y cruzó el océano sin miedo. En Colombia encontró su lugar en la historia. Allí se ganó el respeto eterno de dos instituciones gigantes:

  • Independiente Santa Fe, con quien se coronó campeón de la Liga en 1971, devolviendo al club al protagonismo nacional.

  • Deportivo Cali, donde volvió a levantar la copa en 1974, marcando una época inolvidable.

Su visión moderna del juego —presión alta, orden defensivo y velocidad por bandas— lo convirtió en un pionero. Fue también entrenador de Atlético Nacional y Millonarios, dejando en ambos clubes una huella de disciplina, profesionalismo y competitividad.

Su viaje no terminó en Colombia. Popović dirigió en Venezuela, dejando enseñanzas que todavía resuenan en más de una generación de futbolistas. Y alcanzó uno de los desafíos más grandes de su carrera: ser técnico de la Selección de Perú, a la que impregnó de rigor táctico y ambición internacional.

De vuelta en Europa, su trayectoria lo llevó a dirigir nuevamente al club que lo vio crecer: el Estrella Roja de Belgrado, cerrando así un ciclo que había comenzado décadas atrás en las canchas juveniles del barrio.

La muerte de Vladimir Popović deja un vacío, pero también un legado inmenso. Su historia es la de un hombre que no conocía fronteras: jugó donde el fútbol lo llamaba, dirigió donde había un desafío, construyó equipos donde otros veían obstáculos. Y, sobre todo, entendió que el deporte es un puente entre culturas, un territorio donde se hablan muchos idiomas pero se entiende uno solo: el del juego.

Hoy el fútbol lo despide, pero las tribunas del Cali, del Santa Fe, de Nacional, de Millonarios y de tantos rincones donde su pizarra dejó marca lo recordarán siempre.
Vladimir Popović fue más que un entrenador: fue un arquitecto de sueños futboleros.

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