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CHAU, 2025!!!!! El abrazo que esperó medio siglo: Wilman cerró el año volviendo a su verdadera historia

La reivindicación del 18 de mayo como la verdadera fecha de fundación del Club Wilman. No se trató de un detalle menor ni de una corrección administrativa: fue un acto de identidad. Reconocer el 18 de mayo es reconocer a quienes dieron el primer paso, a los que soñaron un club cuando el barrio lo necesitaba como punto de encuentro, contención y pertenencia.

AMATEURISMO/Desde Montevideo Eduardo Mérica para FMFUTBOL.

Una jornada para volver a encontrarse: el Wilman cerró el año abrazando su verdadera historia

La despedida de fin de año organizada por la Comisión Directiva del Club Wilman no fue una celebración más. Fue, en esencia, un acto de memoria, de reencuentro y de justicia histórica. En un tiempo donde todo parece correr demasiado rápido, el Wilman decidió detenerse, mirar hacia atrás y abrazar lo más valioso que tiene: su gente y su historia viva.

En el marco del proceso de refundación institucional, la mañana – tarde del domingo 14 de diciembre se transformó en algo mucho más profundo que un cierre de calendario. Fue una ceremonia íntima y colectiva a la vez, donde los aplausos no fueron para un resultado deportivo ni para una copa levantada, sino para los abrazos demorados, esos que esperaron más de medio siglo para darse.

Hombres y mujeres que compartieron camisetas, potreros, vestuarios humildes y sueños grandes volvieron a mirarse a los ojos. Algunos con el cabello blanco, otros con memoria, todos con la misma emoción intacta. El tiempo no borró los afectos: apenas los puso en pausa. Y esa pausa se rompió en una jornada cargada de lágrimas sinceras, risas cómplices y recuerdos que parecían dormidos, pero nunca muertos.

La Comisión Directiva entendió que refundar no es borrar el pasado, sino honrarlo. Por eso, uno de los momentos más significativos de la comida fue la reivindicación del 18 de mayo como la verdadera fecha de fundación del Club Wilman. No se trató de un detalle menor ni de una corrección administrativa: fue un acto de identidad. Reconocer el 18 de mayo es reconocer a quienes dieron el primer paso, a los que soñaron un club cuando el barrio lo necesitaba como punto de encuentro, contención y pertenencia.

Esa fecha volvió a ocupar el lugar que nunca debió perder. Se la nombró con respeto, se la explicó con convicción y se la defendió con orgullo. Porque el Wilman no nació por casualidad: nació por necesidad social, por amor al fútbol y por la fuerza comunitaria de Arroyo Seco.

La reunión familiar avanzó entre anécdotas, brindis y silencios cargados de emoción. Hubo palabras sentidas, algunas improvisadas, otras largamente pensadas. Pero todas coincidieron en un mismo mensaje: el Wilman está de pie otra vez porque nunca dejó de latir en el corazón de su gente.

Más allá de la refundación formal, lo verdaderamente grande fue el reencuentro humano. El abrazo entre viejos amigos que no se veían desde hacía cincuenta años fue la imagen que lo resumió todo. En esos gestos estuvo contenida la historia completa del club: los triunfos, las derrotas, las ausencias y la esperanza.

La despedida de fin de año del Club Wilman no cerró un ciclo: abrió uno nuevo. Un ciclo que mira al futuro sin renegar del pasado, que se apoya en la memoria para construir presente, y que entiende que un club no se mide solo en títulos, sino en la capacidad de volver a reunir a los suyos.

Esa tarde, el Wilman no solo despidió el año. Se volvió a encontrar consigo mismo. Y eso, en tiempos como los que corren, es una verdadera victoria.

UN APLAUSO PARA EL PRESIDENTE

Y ahora sí, antes de servir la mesa, hay que presentar como corresponde a uno de los nuestros.
Al hombre que no pide micrófono, pero siempre da la cara.
Al que no solo preside un club, sino que lo camina, lo siente y lo defiende.

Porque hoy el presidente del Club Wilman no está detrás de un escritorio:
está al lado del fuego.

Con el delantal puesto, el cuchillo en la mano y el corazón en el barrio,
Carlos Porres hizo lo que mejor sabe hacer el Wilman: juntar gente.

Asador por vocación, presidente por compromiso,
Carlos entiende que un club se conduce igual que un asado:
con paciencia, con tiempo, con respeto por los que esperan
y pensando siempre en que nadie se quede sin su parte.

Esta carne no es solo comida.
Es símbolo de encuentro, de reencuentro y de historia compartida.
Es el mismo fuego que mantuvo vivo al Wilman cuando parecía apagado.

Así que este aplauso no es solo para el asador,
es para el vecino, el compañero, el presidente
que hoy nos da de comer y, todos los días,
le sigue dando vida al Club Wilman.

¡Salud, Carlos!
¡Salud Wilman!

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