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No es cuestión de Estado o mercado: es la vida, imbécil

Nos hicieron creer que vivir era progresar, y que progresar era consumir.

OPINIONES DE URUGUAYOS/Desde Artigas /Dr. Leopoldo Trivel para FMFUTBOL. 

En cada discusión política aparece el eterno dilema: ¿más Estado o más mercado? Como si la vida entera pudiera explicarse entre licitaciones o promociones en cuotas. Nos distraen con ideologías, nos entretienen con debates técnicos, mientras lo que se nos escapa —silenciosa y consistentemente— es el tiempo. El tiempo de verdad. El que no se factura, el que no se mide, el que no se recupera.

 

Mientras tanto, ahí afuera, hay gente que no ve a sus hijos despiertos en toda la semana. Gente que llega a su casa con el alma arrastrando los pies, después de entregar el día al dios de la productividad. Personas que comen frente a una pantalla, trabajan frente a otra, y se duermen mirando una tercera. Pero tranquilos: en el próximo cyber monday podrán comprar una freidora de aire que les «devuelva» la vida. En 12 cuotas.

Esta no es una pelea entre modelos económicos. Es algo más urgente y más íntimo: es la disputa por la vida misma. ¿Para quién y para qué vivimos? ¿En qué momento dejamos de tener tiempo para compartir una comida sin apuros, una conversación sin notificaciones, un silencio sin ansiedad?.

Una familia cualquiera, sin nombre ni cuentas verificadas, decide cada domingo apagar el mundo. Cocinan, se sientan a la mesa, se escuchan. No producen nada, no consumen nada extraordinario. Pero están juntos. Y eso —que debería ser lo básico— hoy parece lujo.

Nos hicieron creer que vivir era progresar, y que progresar era consumir. Nos dijeron que el éxito era estar ocupados, siempre disponibles, siempre conectados. Nos llenaron de cosas y nos vaciaron de tiempo. Porque el tiempo —el verdadero, el de calidad, el de estar con otros— no rinde en el PIB.

Y sin embargo, ahí está la trinchera. En ese almuerzo lento, en esa charla sin agenda, en esa risa compartida. Lo verdaderamente humano sigue estando fuera de las métricas. Y eso lo vuelve profundamente político.

El mercado quiere que compres tu felicidad. El Estado muchas veces no se entera de que no se trata solo de salarios o servicios: también se trata del derecho a vivir con dignidad el tiempo. Pero ni uno ni otro te van a devolver lo que regalaste a cambio de espejitos de colores.

Así que no, no es solo una discusión de modelos. Es algo mucho más elemental.
Es la vida, imbécil.

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