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El día que la Celeste se partió en dos… con Cubilla y ahora con Marcelo Bielsa

¿Lo que ocurre hoy con Marcelo Bielsa, su estilo, sus decisiones y la relación con algunos futbolistas recuerda a aquel conflicto de los 90? La respuesta honesta es: sí hay paralelos, pero no equivalencias.

HECHALACELESTE/Desde Rivera Eduardo Mérica para FMFUTBOL.

Francescoli, los repatriados y la tormenta de Luis Cubilla: ecos que hoy vuelven a escucharse

Hay momentos en la historia del fútbol uruguayo que no sólo definen una selección: definen una época.
Y uno de esos momentos llegó en 1993, cuando un conflicto abierto entre un grupo de jugadores —encabezados por Enzo Francescoli, junto a quienes la prensa llamó los repatriados— y el entrenador Luis Cubilla terminó por fracturar a la Selección Uruguaya como pocas veces había ocurrido.

Para entender la magnitud de aquel episodio hay que viajar al principio de los años 90, a un Uruguay futbolero que ya exportaba talentos a Europa como parte natural de su ecosistema, pero que todavía discutía si un jugador “europeizado” podía representar fielmente el carácter histórico de la Celeste.

Luis Cubilla, delantero uruguayo que jugó entre 1960 y 1976 en Uruguay, España, Argentina y Chile. De su Paysandú estuvo en Peñarol, Nacional y Defensor, conquistando 8 títulos nacionales, 3 copas Libertadores y 2 intercontinentales. En España jugó en el Barcelona, en Argentina en River Plate y en Chile para Santiago Morning. Con la selección uruguaya participó en tres mundiales: Chile-62, México-70 y Alemania-74, siendo 38 veces internacional marcando 11 goles. Luis Cubilla falleció en 2013 a los 72 años.

Cubilla: el regreso con mano dura

Luis Cubilla, símbolo de Peñarol y multicampeón como técnico en Paraguay, llegó a la selección con una idea clara:
apostar a los jugadores que actuaban en Sudamérica, más cercanos al roce local, más adaptados al esfuerzo físico y a la intensidad que él consideraba la esencia oriental.

Cubilla veía en el fútbol europeo cierta “blandura táctica”, un estilo más técnico pero menos comprometido con la marca y el sacrificio.
Y lo dijo públicamente.
Demasiado públicamente.

Los repatriados

Del otro lado estaban los referentes uruguayos que brillaban fuera del continente:
Enzo Francescoli, Rubén Sosa, Daniel Fonseca, Hugo De León, Eduardo Pereira, entre otros.

La prensa los llamó los repatriados, no porque hubieran regresado —muchos seguían en Europa— sino porque representaban una corriente distinta:
la de jugadores adoptados por el mundo, moldeados en clubes grandes, formados en estructuras más profesionales, con una visión completamente diferente del juego.

Para la gente, muchos de ellos eran ídolos; para Cubilla, algunos eran parte del problema.

La chispa que encendió el incendio

El conflicto explotó cuando Cubilla, en una conferencia en Asunción, declaró que los futbolistas que llegaban desde Europa venían “ablandados”, que habían perdido el ADN combativo del jugador uruguayo.
Lo dijo con nombres implícitos y apellidos sugeridos.
El mensaje era claro.

Para Francescoli y los demás fue una falta de respeto.
Y la respuesta llegó rápido: una carta formal anunciando que no seguirían bajo las órdenes de Cubilla mientras él mantuviera ese trato hacia ellos.

Era un desafío directo a la autoridad del entrenador.
Y también una declaración de principios:
—“Si no nos quieren, no estamos.”

El país dividido

No era sólo fútbol:
Era identidad.
Era la tensión entre lo local y lo global.
Entre la pertenencia y la profesionalización.
Entre la vieja escuela y la nueva era que ya empezaba a asomar.

Las radios se llenaron de debates.
Los hinchas se alinearon en bandos.
Y por primera vez, Uruguay veía que su selección —tradicionalmente un símbolo de unidad— se partía en dos.

Cubilla resistió desde su convicción.
Francescoli resistió desde su dignidad.
Y en el medio quedó la Celeste.

La clasificación al Mundial de 1994 se escapó, y aquella ruptura dejó marcas que tardarían años en cicatrizar.

¿Y HOY? ¿ES ALGO SIMILAR A LO QUE OCURRE CON BIELSA?

(Un análisis responsable y no sensacionalista)

La pregunta es inevitable:
¿lo que ocurre hoy con Marcelo Bielsa, su estilo, sus decisiones y la relación con algunos futbolistas recuerda a aquel conflicto de los 90?

La respuesta honesta es:
sí hay paralelos, pero no equivalencias.

Aquí van los puntos de contacto y los puntos de diferencia:


SIMILITUDES

1. Un entrenador con una idea rígida y un grupo que siente que queda afuera

Cubilla tenía una visión muy concreta de qué jugador servía.
Bielsa también.
Y eso siempre genera fricciones con quienes quedan al margen —por edad, por estilo, por decisiones tácticas.

2. Tensiones públicas que generan ruido mediático

En los 90 fueron las declaraciones de Cubilla.
Hoy son las interpretaciones sobre decisiones de Bielsa, como convocatorias, cambios o posturas hacia futbolistas con larga trayectoria.

3. Una discusión de fondo sobre el “modo uruguayo”

Cubilla defendía la garra y el sacrificio.
Bielsa promueve un fútbol más agresivo, vertical y de presión constante, que también cuestiona formas tradicionales del juego uruguayo.
Nuevamente, hay choque de culturas.


DIFERENCIAS FUNDAMENTALES

1. Bielsa jamás ha despreciado públicamente a un jugador

Cubilla sí lo hizo.
Esa fue la mecha del conflicto.
Bielsa puede ser selectivo, duro o inflexible, pero respetuoso en el discurso.

2. Hoy el jugador uruguayo es global por definición

En los 90, el futbolista europeo era visto como una “excepción”.
Hoy es la norma: jóvenes formados en academias, expuestos a metodologías internacionales.
El conflicto identitario no es el mismo.

3. No existe hoy un bloque de jugadores rebelándose

En los 90 hubo una ruptura abierta: carta pública, renuncias y enfrentamiento directo.
Hoy hay debate, opiniones, molestias, pero no una rebelión colectiva.


Conclusión: la historia rima, pero no se repite

El conflicto entre Francescoli/los repatriados y Cubilla fue una guerra fría con fuego real, un choque frontal entre dos visiones del fútbol y dos formas de concebir al jugador uruguayo.

Lo de hoy con Bielsa no es una guerra; es un ruido natural de una etapa de transición, como cada vez que aparece un técnico con ideas fuertes.

Pero sí hay una enseñanza que vale para ayer y para hoy:
cuando Uruguay discute su identidad futbolística, no discute una táctica…
discute quién quiere ser.

Y eso, para un país que respira fútbol, siempre será un tema sagrado.

 

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