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El Observador y la versión sintetizada de un hecho que sacudió al periodismo del interior

La crónica que publicó El Observador no mintió. Pero tampoco contó. No narró. No problematizó. No puso el cuerpo ni la pregunta. Y cuando el periodismo no se pregunta, los silencios hablan.

PERIODISTAS EN RED /Desde Rivera Eduardo Mérica para FMFUTBOL.

La publicación que realizó el diario El Observador sobre la brutal agresión contra el periodista minuano Román Nappa, presidente de Periodistas en Red Asociados, volvió a dejar al desnudo un fenómeno que el interior del país conoce demasiado bien: la mirada distante, a veces superficial, con que los grandes medios capitalinos suelen abordar los hechos vinculados al periodismo fuera de Montevideo.

La nota del matutino, basada casi exclusivamente en fragmentos del comunicado de APU, sumado a la versión difundida por CAinfo, presentó el caso en términos formales, informativos y resumidos, pero sin detenerse en la dimensión humana, profesional e histórica que el episodio representa. Más aún: minimizó el papel de la organización que preside Nappa y omitió profundizar en el conflicto que enfrentan muchos periodistas del interior, expuestos a presiones, amenazas y violencias que rara vez alcanzan un tratamiento a fondo en la prensa de alcance nacional.

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Un ataque que no fue uno más

El hecho ocurrió el 27 de noviembre, cuando Nappa, en su tarea municipal de mantenimiento de áreas verdes, fue interceptado por dos hombres que descendieron de un vehículo y lo agredieron salvajemente. Golpes, patadas, insultos y una caída a una cuneta que dejó heridas visibles y una secuela emocional aún mayor. La golpiza, según los relatos del propio Nappa y organismos que recibieron la denuncia, estuvo directamente asociada a su labor como comunicador en el programa “Sin pelos en la lengua”, emitido por Radio Federal FM de Lavalleja.

La reconstrucción del ataque —difundida por CAinfo y por APU— subraya el componente intimidatorio: lo insultaron y lo culparon por haber emitido en su programa el testimonio de un hombre denunciado por violencia basada en género. Ese hombre, hoy privado de libertad, formó parte de una cobertura periodística que terminó generando reacciones fuertes, denuncias y tensiones que, en cualquier democracia madura, deberían canalizarse por vías institucionales y nunca por la violencia.

El Observador: la noticia sin la historia

Sin embargo, cuando El Observador abordó el caso, eligió una presentación que, si bien correcta en términos de datos, dejó afuera el contexto más sensible:
– El rol de Periodistas en Red Asociados,
– La trayectoria profesional de Nappa,
– La crisis de seguridad y vulnerabilidad del periodismo local,
– Y el hecho de que la agresión se inscribe en un patrón creciente de hostigamiento a comunicadores del interior.

El texto mencionó que APU repudió los hechos, que enviaría una delegación a Minas y que el gremio entendía el ataque como un intento de intimidar al periodista. Pero inmediatamente después, El Observador incorporó la versión de la Jefatura de Policía que descarta cualquier vínculo con la actividad periodística. Una versión oficial que, sin investigación profunda, deja abierta una sospechosa contradicción entre lo que indica el periodista agredido y lo que plantea la autoridad.

La cobertura no exploró esa contradicción, no profundizó en el motivo de la agresión, no entrevistó a Nappa, no indagó en su labor y, sobre todo, no mencionó su condición de presidente de una organización que reúne a periodistas de todo el país. Un dato esencial para comprender por qué este hecho, más que un ataque individual, es un golpe a la libertad de expresión y al tejido informativo del interior.

El interior que todavía no entra en la agenda

Nappa no fue simplemente un trabajador municipal atacado durante su jornada laboral. Fue un periodista con veinte años de trayectoria en Lavalleja, una figura reconocible por su tarea en la prensa local y, sobre todo, por integrar la conducción de un colectivo de periodistas que desde hace años reclama visibilidad, respeto y protección para quienes ejercen la profesión lejos de los grandes medios.

La omisión de este elemento en la nota de El Observador reproduce una tendencia histórica: el interior como pie de página, como inciso menor, como espacio donde los hechos parecen importar menos que en la capital. Una cobertura que podría haber sido una oportunidad para abrir un debate profundo —sobre seguridad, sobre libertad de prensa, sobre desigualdades estructurales entre Montevideo y el resto del país— terminó siendo, una vez más, una síntesis apurada de comunicados institucionales.

Entre comunicados y realidades

APU reaccionó con rapidez, respaldó al colectivo Periodistas en Red y anunció una presencia oficial en Minas. CAinfo también emitió un comunicado detallando el contexto del ataque. Ambas instituciones expresaron preocupación. Pero El Observador, en lugar de profundizar en lo que estos comunicados señalaban, se limitó a enunciarlos y equilibrarlos —casi mecánicamente— con la versión policial que resta importancia al componente periodístico del hecho.

La consecuencia es clara: cuando las noticias del interior se cuentan sin análisis, sin territorio y sin voces propias, no se está informando; se está administrando información. Y eso, para un caso que involucra violencia contra un periodista, constituye una oportunidad desperdiciada.

Un episodio que interpela a todo el sistema informativo

El ataque a Román Nappa no es una anécdota policial. Es un síntoma: el de un país donde el periodismo del interior trabaja con menos respaldo, menos visibilidad y más riesgos que el de la capital.
Y es también un recordatorio: que la libertad de prensa no se defiende solo con comunicados, sino con cobertura responsable, investigación profunda y compromiso real de los medios nacionales.

La crónica que publicó El Observador no mintió. Pero tampoco contó. No narró. No problematizó. No puso el cuerpo ni la pregunta.
Y cuando el periodismo no se pregunta, los silencios hablan.

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