El viejo barrio Reducto donde los obreros anarquistas del tranvía celebraron una de sus primeras asambleas
Al Sanatorio Español llegaban los inmigrantes ibéricos y también los trabajadores cuyos gremios habían hecho convenios de asistencia mutual.

VEREDAS CAMINADAS POR RAMÓN MÉRICA PARA DIARIO URUGUAY
Un barrio plagado de leyendas populares……Cuna de El Dryco, peliagudo equipo de las ligas amateurs, también de El Colón Futbol Club, que nació por el 1900 y que tuvo su canchita entre San Martín y Espinillo. Por esos terrenos de El Reducto también estuvieron las canchas de Racing Club y, aunque parezca extraño, también de Rampla.
Su pequeña estación de tranvías llegó a rivalizar por su gran ajetreo con la de Goes, que era mucho más grande.
Por esa Estación Reducto fue donde los obreros anarquistas del tranvía celebraron una de sus primeras asambleas buscando reivindicaciones laborales y también para apoyar a la República Española en su heroica lucha contra el fascismo. La enorme fábrica de fósforos dio trabajo a muchos vecinos del barrio.
Fueron los días en que los niños, juntando las gomitas de las cajitas de esos fósforos Victoria, se hacían una pelota para jugar en el patio de la Escuela Alemania de San Martín y Vilardebó. Muchos obreros de esa fábrica vivieron en los populares «pasajes» de viviendas proletarias que desembocaban en la plaza frente a la hermosa Iglesia del Reducto. Y para homenaje a todos esos laburantes vecinos se levantó el monumento al «Obrero Urbano» en esa placita Eugenio Garzón. La Iglesia del Reducto tenía en uno de sus costados al Colegio del Sagrado Corazón para varones y en el otro extremo, un instituto para chicas dirigido por vigilantes monjas que las cuidaban de los impetuosos pibes que se paraban en sus puertas apenas sonaba la campana de salida. Para tranquilizar el ambiente, un cura muy canchero organizaba en el salón parroquial unas veladas cinematográficas con un ruidoso proyector donde los chicos veían los capítulos de Jim de la Selva, los Aguiluchos y Tom Mix.
Al Sanatorio Español llegaban los inmigrantes ibéricos y también los trabajadores cuyos gremios habían hecho convenios de asistencia mutual. Por Garibaldi, entre General Flores y San Martín, el barrio Reducto fue pionero en la construcción de unas viviendas similares a los patios de Sevilla. Junto a «los pasajes», esos «patios» marcaron el perfil del barrio que ya había perdido las casaquintas de sus inicios.
El barrio fue creciendo y aparecieron comercios emblemáticos de la zona. Por San Martín, casi frente a la estación, inauguraron la Casa Bristol. Un locutor de la tanda de los radioteatros decía con melodiosa entonación: «Y del calzado al sombrero, Bristol siempre primero». Su dueño, el señor Luis Vidal, fue un innovador y, para estimular sus ventas, organizaba entre los clientes un sistema de rifas semanales donde los afortunados podían ganar trajes y zapatos de gran calidad. Con la llegada del Mercadito de las Flores en la calle Guadalupe, se instalaron familias japonesas que convivieron con los vecinos.
El Reducto fue también un barrio carnavalero. Su más famoso personaje fue José Ministerri, «Pepino», que tuvo varios locales de ensayo de sus «Patos Cabreros» en la zona. Aunque había nacido en la Ciudad Vieja, el gran Pepino siempre comentaba que el Reducto era su barrio por adopción. Otra murga del Reducto fue «La Escuelita Popular» del meritorio carnavalero Antonio Kasparián. También salieron de la zona las míticas agrupaciones «Palán Palán» y «Shangai de mis sueños». Cuando alguna de ellas ganaba el primer premio, los dos boliches frente a la estación se llenaban de vecinos que brindaban orgullosos a la salud del Viejo Reducto.
Fuente: Viejo Uruguay