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Espacio KUAN YIN: El día en que las flores volvieron a abrirse en la frontera Rivera Livramento

Eduardo Mérica: "Yo estaba ahí. Y no por invitación formal, ni por agenda periodística, ni por compromiso social. Estaba ahí porque mi vida resurgió entre flores".

HECHALARIVERA /Desde la frontera Rivera Livramento Eduardo Mérica para DIARIO URUGUAY.

Rivera y Santana do Livramento comparten más que una línea imaginaria: respiran el mismo aire, caminan las mismas calles y sienten las mismas nostalgias. En esa frontera viva —medio uruguaya, medio brasileña, completamente humana— ocurrió un hecho que, aunque sencillo en apariencia, tiene la fuerza de un renacimiento silencioso: la presentación de la nueva Escuela de Terapeutas Florales de la Frontera.

El salón estaba colmado. Mesas decoradas con frascos de vidrio, pétalos secos, manuales y pequeñas esencias daban un aire acogedor, casi doméstico. El ambiente, sin embargo, vibraba con algo más profundo: con la expectativa de quienes habían encontrado, en las flores, una puerta de regreso a sí mismos; y con la curiosidad de quienes llegaban por primera vez, en busca de un alivio que la medicina tradicional no siempre puede brindar.

Yo estaba ahí. Y no por invitación formal, ni por agenda periodística, ni por compromiso social. Estaba ahí porque mi vida resurgió entre flores.

Sí, lo afirmo donde sea: después de años de sentirme mal —mal de verdad, mal profundo—, de enfrentar diagnósticos inconclusos, de escuchar que “es estrés”, “ya va a pasar”, “hay que acostumbrarse”, fue en la terapia floral donde encontré un alivio que no llegó por ninguna vía científica tradicional. Llegó por la sensibilidad, por el acompañamiento, por la escucha y por esas pequeñas gotas que, sin ruido, reacomodaron lo que dentro mío estaba roto. Por eso, asistir a la presentación de esta escuela era, para mí, una suerte de regreso al lugar donde empezó mi cura.

La voz serena de la frontera: la disertación de la Ing. Nancy Quintana. La frontera Rivera–Livramento vivió una jornada especial durante la presentación de la Escuela de Terapeutas Florales, y uno de los momentos más destacados llegó de la mano de la Ingeniera y docente Nancy Quintana, cuya disertación dejó una huella profunda en los asistentes.

Un proyecto nacido del cruce de culturas

La Escuela de Terapeutas Florales no es un emprendimiento improvisado. Es un proyecto binacional pensado para formar profesionales con una mirada integradora del bienestar emocional, conjugando la tradición uruguaya del acompañamiento humano con la sensibilidad brasileña hacia lo holístico. Rivera y Livramento, dos pueblos que conviven como hermanos, son el escenario ideal.

Las docentes fundadoras —uruguayas y brasileñas— hablaron de Saint Germain, de los sistemas contemporáneos de esencias, de la importancia de la ética profesional y del acompañamiento respetuoso. Pero hubo algo más fuerte que la teoría: la convicción de que la salud emocional también merece caminos alternativos, complementarios y profundamente humanos.

ATENTOS A LA INGENIERA. Habló de procesos, energías sutiles, vibración, memoria celular y del rol del terapeuta como acompañante empático, más que como figura de autoridad. Explicó cómo la terapia floral no pretende sustituir la medicina tradicional, sino complementarla, iluminando rincones que muchas veces quedan fuera de los diagnósticos.

Testimonios que brotaron como flores en primavera

Cada intervención parecía abrir una historia. Personas que habían atravesado duelos, crisis, ansiedad, pérdidas, dolores físicos sin explicación médica… y que encontraron, en las flores, un puente. No un milagro —nadie lo planteó así—, sino un acompañamiento real, una vía de equilibrio, una herramienta para recuperar la armonía.

Yo escuchaba y me veía reflejado en cada rostro.
Porque así como ellos, yo también volví a respirar gracias a esas esencias que muchos miran con escepticismo, pero que, para quienes lo vivimos en carne propia, representan una de las experiencias más transformadoras de la vida.

NANCY QUINTANA. Dueña de una claridad pedagógica poco común y de una sensibilidad que trasciende lo académico, Quintana abordó el universo de la terapia floral desde una perspectiva científica, humana y profundamente respetuosa. Su exposición logró tender un puente entre el rigor técnico —herencia de su formación ingenieril— y la dimensión emocional que caracteriza a las esencias florales.

La frontera como territorio de sanación

La elección del lugar (Hotel Like) no fue casual. La frontera es mezcla, encuentro, cruce permanente. Y la terapia floral también es eso: un puente entre lo emocional y lo físico, entre lo racional y lo intuitivo, entre lo que uno siente y lo que uno no sabe decir.

La presentación cerró con un mensaje claro: no se trata de reemplazar a la medicina, sino de complementarla; de no rendirse cuando los diagnósticos no alcanzan; de permitirse sanar desde un lugar más suave, más sensible y más humano.

Un mensaje personal

Al retirarme del salón, con el aplauso todavía resonando, me detuve un instante para mirar hacia la avenida que divide y une a Rivera y Livramento. Pensé en los años difíciles, en mis noches sin respuestas, y en el momento exacto en que una terapeuta floral me ofreció una alternativa que yo, agotado, acepté casi sin esperanza.

Y sin embargo, ahí comenzó todo.

Por eso lo digo sin titubear, sin vergüenza y sin caretas: las flores me devolvieron la vida.
Y por eso celebro esta escuela, porque sé —lo sé con absoluta certeza— que devolverá muchas otras.

LA ESCUELA ATRAPA. El público la escuchó en silencio. La sala, colmada, parecía absorber cada concepto, cada ejemplo práctico, cada reflexión sobre el bienestar integral. Quintana insistió en que “sanar también es un acto de autoconocimiento”, y que las flores operan como catalizadores de ese proceso, siempre desde la responsabilidad ética y el respeto absoluto por la persona.

Una semilla plantada para la región

La nueva Escuela de Terapeutas Florales de la Frontera no es solo un centro de formación: es una apuesta a la salud emocional, a la empatía, al trato cercano y a la posibilidad de sanar desde lugares que la ciencia aún no sabe nombrar, pero que el alma reconoce al instante.

En Rivera y Livramento, donde las fronteras existen solo en los mapas, acaba de nacer un espacio donde las flores hablan, acompañan y transforman.
Un espacio que, para muchos, puede ser el comienzo de un renacer silencioso.

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