Amateurismo

La proeza de la atleta Julia Paternain despierta la historia de la mujer y la cultura física en Uruguay

En Montevideo del inicio del siglo XX, las mujeres empezaron a transitar por espacios destinados a la cultura física.

AMATEURISMO DE LA MUJER EN URUGUAY/Archivo Diario Uruguay para FMFUTBOL.COM

El inicio del siglo XX fue un período en Uruguay donde las diferentes formas de moverse y usos de los cuerpos fueron objeto de cuidados constantes, con énfasis en construir el imaginario sobre lo que debía ser femenino y masculino. Por eso en artículo archivado por DIARIO URUGUAY donde se podrá leer cómo se analiza la relación entre las mujeres montevideanas y la práctica del tenis, golf y natación a través de la prensa entre 1903 y 1934. El tenis y el golf, por su más fuerte anclaje entre mujeres de clases altas, enfatizaron discursivamente temas como elegancia, gracia, distinción y belleza; a su vez, la natación representó un lugar de más visibilidad corporal para las mujeres, despertando dualidades discursivas principalmente entre modernidad y tradición y entre desempeño y expectativa de debilidad.

 

En la década de 1930, los torneos de tenis de dobles de damas y dobles mixtos eran frecuentes en los clubes de estos barrios, indicando que el tenis había logrado una posición consolidada de deporte “permitido” para las mujeres montevideanas»

 

El Uruguay vivió a inicios del siglo XX ciertos procesos de transformaciones sociales. Se afianzó la idea de imaginario nacionalista, el cual era característico de una sociedad hiperintegradora, que terminó de ubicar al Uruguay como un “país modelo”, donde tuvo éxito la nacionalidad inclusiva con un perfil cosmopolita eurocéntrico (Caetano, 1985). En este sentido, se hace necesario entender este inicio del siglo XX como un proceso movilizador, donde primaron los cambios y apogeos en la imagen que representaba la mujer. Uno de los ámbitos en que se puede observar los cambios en torno al lugar de la mujer es en la cultura física, entendida como aquel conjunto de prácticas que se relacionan con el mantenimiento, la representación y la regulación del cuerpo, asociada a los deportes, la recreación física y el ejercicio (KIRK, 1999). Esta idea nos permite entender la cultura física como aquello codificado y cambiante, y a su vez conectado con el presente y el pasado; “estas nociones de pasado y presente de cultura física están conectadas a través de la creación de significado centrado en el cuerpo y por las formas de actividad física institucionalizadas”. (Kirk, 1999, p. 71)

Este vínculo entre mujeres y cultura física viene siendo estudiado en países vecinos, como lo es en Brasil y Argentina. En Brasil, estudios como los de Goellner (1998; 2000; 2007), Moraes e Silva y Fontoura (2011) y Martin (2017) han demostrado como diferentes pedagogías corporales volcadas a las mujeres fueron establecidas en el país, influyendo directamente sobre las prácticas corporales y deportivas a que tendrían acceso. A su vez, en
Argentina, Scharagrodsky (2014; 2019), Anderson (2009; 2015) y Bontempo (2016) indican como un ideal de mujer moderna en circulación en las primeras décadas del siglo XX estaba relacionado con las prácticas deportivas y gimnásticas, difundiéndose entre niñas y mujeres, principalmente el tenis, el vóley, ciertas actividades atléticas, el golf, la pelota al cesto, la gimnasia estética femenina, la calistenia, la esgrima y la natación. Más recientemente, Mallada y Quitzau (2020; 2022) han indicado que hubo un proceso similar en la capital uruguaya al analizar los registros de prácticas deportivas en la prensa especializada y mundana producida en Montevideo. Siguiendo a estos antecedentes, el objetivo del artículo es analizar la relación entre las mujeres montevideanas y específicamente la práctica del tenis, el golf y la natación a través de la prensa entre 1903 y 1934. Se busca comprender cómo estos discursos ayudaron a construir ideales de cuerpo e imágenes de distinción a partir de la cultura física.

Para la investigación hemos seleccionado publicaciones periódicas que circularon durante el periodo analizado en Montevideo. Las revistas seleccionadas en su gran mayoría se encuentran disponibles en el archivo de la Biblioteca Nacional y en el Portal Anáforas, sitio web que reúne distintos periódicos publicados en Uruguay desde el siglo XIX; este portal es resultado de una acción de la Facultad de Información y Comunicación de la
Universidad de la República (FIC/UdelaR), cuyo objetivo es facilitar el acceso de investigadores a este gran universo de publicaciones del país.1 Las revistas analizadas se organizan en dos grupos: publicaciones mundanas (Anales Revista Nacional y Mundo Uruguayo) y deportivas (Deportes, Rush y Casos y Cosas y Sportsman).

 

…transcurrida la década de 1920, podemos encontrar en las diversas playas la presencia en simultáneo de mujeres y hombres, ambos en contextos de prácticas deportivas. Esto sucede en la playa Capurro, donde el club
deportivo femenino Capurro, en épocas de verano desplazaba las actividades a la playa»

 

 

TENACES Y REFINADAS AMATEURS: LA PRÁCTICA DE LAS “SPORTSWOMAN”

En Montevideo del inicio del siglo XX, las mujeres empezaron a transitar por espacios destinados a la cultura física. En este contexto donde las diferentes formas de moverse, prácticas de higiene y usos de los cuerpos
fueron objeto de cuidados constantes, se “fueron trazando líneas, líneas que marcaron referencias de cómo un cuerpo-niño, como un cuerpo-adulto se debían conducir; cuándo un cuerpo-hombre y un cuerpo-mujer eran
considerados bellos” (Ruggiano, 2016, p. 103). Esta presencia no pasó desapercibida por las revistas, quienes anunciaban que “nos llama hoy la vida imperiosa, ¡la vida al aire libre, en fin y los deportes que han de hacer de echar a las montevideanas la pereza y el hastío que han de convertirse, en alondras y ruiseñores!” (Los deportes en el mundo femenino, 1920, p. 11) Según Barrán (1995), algunos discursos en este período se encargaron de predicar la libertad de movimiento de niños, adolescentes y mujeres, elogiando “la fortaleza muscular y el hedonismo que podían emanar de la gimnasia y el deporte” (p. 264). En la prensa, se puede identificar una promoción más sistemática del deporte practicado por mujeres, como en algunos consejos femeninos divulgados por la revista Casos y Cosas y Sportsman, que indicaba estar bien alimentados para combatir los gérmenes, tener un descanso reparador y hacer buenos ejercicios diariamente, especialmente en el verano, como forma de cuidar de la salud corporal. (Algunos consejos, 1908, p. 20). Se prescribían también algunos ejercicios matinales:

[…] hágase siempre, primero, algunos ejercicios sencillos, que de esta manera se da vigor a los músculos a la vez que se hacen flexibles; pero de ninguna manera se deben exceder, la moderación en todo es lo beneficioso. Estírense los brazos bien arriba de la cabeza, después a los lados, a la parte de enfrente y de atrás, doblense los codos y échense los hombros hacia atrás y manteniendo los pies y las rodillas firmes, muévase el cuerpo hacia atrás, desde la cintura. Unos cuantos minutos es suficiente. Un poco de masaje de una misma a la cara es bueno si el método está bien. No se exceda, pues los músculos se pueden volver flácidos; déjese que sólo las puntas de los dedos trabajen hacia arriba. (El hogar y las modas, sugestiones de belleza, 1908, p. 19)

 

…en las regatas del 1934 el rol protagónico está siendo ocupado también por mujeres, pero a su vez esto tiene un doble sentido, ya que es en la función de timonel que las personas no realizan fuerza en el transcurso de la competencia»

 

 

Casos y Cosas y Sportsman en su edición n. 30, nos continúa advirtiendo sobre los movimientos que debe hacer la mujer, prescribiendo ejercicios con la finalidad de cautivar su belleza, cuidar la gracia femenina, flexibilizar los músculos y cuidar la línea de la mujer uruguaya, basados en conceptos de moderación sin generar excesos en el desarrollo muscular. En la revista Mundo Uruguayo, los cuidados con el cuerpo aparecen en la sección Moda, como una estrategia de adelgazamiento más eficiente, por ejemplo, que los remedios:

Es erróneo buscar los remedios para adelgazar fuera del orden lógico y natural de las cosas. Si se siente el deseo de conservar o de adquirir la línea, recurrase por ejemplo, a la gimnasia, al tennis, al golf, a la bicicleta, e t c -; el sport tiene doble y benéfica acción sobre el físico y el espíritu. Las personas que por su edad o carácter no estén en condiciones de adaptarse a estos pasatiempos, más aceptables para la gente joven, pueden recurrir a las caminatas progresivas, o hacerse de una obligación dentro del manejo de la casa que les proporcione un ejercicio diario para los músculos, el que al contribuirá la disminución del peso, impide o retarda los inconvenientes del artritismo tan
general en las personas de cierta edad. (Cuidando la línea, 1919, p. 20, destacados nuestros)

Las caminatas progresivas, la marcha o el “footing” como es mencionado en el transcurso de las fuentes analizadas, es considerado el mejor ejercicio para la mujer, la cual debe ser realizada dos horas por día, descansando cada media hora, “la marcha verdaderamente higiénica es la que se hace al aire libre, y por parajes sanos y, a ser posible, por los bosques o a las orillas del mar” (Notas para el hogar, 1919, p. 20). Lo curioso de esto es que la marcha es recomendada para las señoras de cierta edad, y por otro lado para las “señoritas” se prescriben prácticas como la gimnasia, el tenis, la equitación, el croquet, ya que generan elasticidad en los músculos, siempre evitando los excesos y la fatiga.

[…] la gimnasia, debe ser practicada con grandes cuidados, para que no ocasione un desarrollo muscular excesivo o
desproporcionado. La equitación ofrece la ventaja de favorecer los paseos al aire libre. Puede ser peligrosa en ciertas épocas como la bicicleta y el automóvil. El patinaje, el “tennis” y el “croquet” son recomendables si no se hacen de ellos ejercicios diarios con aspiraciones a adquirir habilidades extraordinarias. Estos deportes obligan a hacer esfuerzos poco conformes con nuestra naturaleza delicada, y acaban por hacernos adquirir hábitos y músculos poco adecuados a la gracia femenina. El “football” y el “polo” son deportes esencialmente masculinos. (Notas para el hogar, 1919, p. 20)

Aquí subyace claramente la distinción de los deportes para mujeres y para hombres. La fuente hace evidente que la bicicleta, el fútbol y el polo no son prácticas permitidas para las mujeres; sin embargo, la razón de esto no queda explícita a lo largo de la publicación, podríamos pensar que se fundamentan en la idea que no son propios de su naturaleza. Algo similar sucede en Argentina, donde el fútbol tampoco es promovido para las mujeres, ya que presentaría una esencia masculina, así como la práctica de la esgrima y las carreras de vallas. (Armus, 2016, p. 29) Por otro lado, las notas para el hogar de Mundo Uruguayo de 1919, también en su cita refiere a la práctica del tenis, el cual se presenta con gran fervor en todas las revistas analizadas. Este deporte merece una mención especial según nos indica Anales Revista Nacional. En la práctica del tenis se identifica a la mujer participando en los diferentes torneos desarrollados en Montevideo, con mayor énfasis en la temporada de primavera y verano, como así en los jardines de los alrededores.

Si a ese entusiasmo particular se agrega el que ofrece la actuación meritoria de las instituciones sportivas creadas al
efecto, fácil es hallar la explicación del contagio que se ha operado en Montevideo donde solo los ancianos é inválidos no lo practican. Como es de orden el flirt se ha posesionado de las canchas y Cupido parece haber cambiado su arco y su flecha por una raqueta y una ball. (Un grupo de socias en el club de tennis Pocitos, 1917, p. 39)

En esta práctica se promovía la participación tanto de “señoras” como “señoritas”, quienes circulaban en diversos torneos organizados en Montevideo y en la vecina orilla de Buenos Aires. Es interesante observar, también, que se habla al mismo tiempo con cierta curiosidad y naturalidad de la cancha de tenis como un espacio para el “flirt”. Como indica Anderson (2015), en Argentina el deportismo ayudó a promover redefiniciones de la vida
social de las mujeres, dando lugar a relaciones más informales y relajadas entre ellas. ¿Podríamos decir que, en Montevideo, la inserción en la cultura física también les permitió relaciones más informales y relajadas entre
mujeres y hombres? De hecho, al menos en el tenis, la práctica mixta ya era una realidad en Montevideo desde inicios del siglo XX. En 1908, por ejemplo, la “señorita Cowell” organizó un torneo de dobles mixtos, en el cual la baja cantidad de inscriptos fue atribuida a la mala organización del evento, y no a la falta de potenciales dobles (Los últimos torneos de Montevideo, la falta organización, 1908, p. 10).

Durante las primeras décadas del siglo XX, el tenis se estableció como una práctica corriente entre las montevideanas, que incluso tenían la oportunidad de participar de variados torneos, como el Primer Campeonato Internacional de Lawn Tennis (1934) desarrollado en Uruguay, donde participaron tenistas argentinos, paraguayos y uruguayos. Sin embargo, es importante observar que estos eventos ocurrían en clubes ubicados en barrios ocupados por las élites sociales, como el Prado, Pocitos, Carrasco y Malvín. En la década de 1930, los torneos de tenis de dobles de damas y dobles mixtos eran frecuentes en los clubes de estos barrios, indicando que el tenis había logrado una posición consolidada de deporte “permitido” para las mujeres montevideanas, principalmente entre las clases más elevadas. Ya sea en canchas de césped o en la playa, los deportes de raquetas eran parte de la sociabilidad de mujeres en Montevideo, como se observa en la descripción del torneo de paleta realizado en la playa Malvín:

En Malvín se ha celebrado en estos últimos días, un torneo de paletas, también para chicas, que alcanzó lucidas proporciones, por la gran acogida que entre ellas contó, y que sirvió para demostrar que la mujer debe, puede y quiere practicar los deportes, a ellas adaptables, siempre que se les ofrezca la oportunidad de llevarlos a cabo. (Las actividades femeninas en las playas, 1934, p. 6)

La popularidad del tenis muchas veces aparece en las fuentes vinculadas a su adecuación al “carácter uruguayo”, pero también a elementos como la elegancia y la belleza. La búsqueda por perfección, la agilidad y la destreza necesarias para el juego convertían las canchas de tenis en verdaderas “academias de elegancia”, donde “la belleza es la suma de perfección a que puede aspirar para llegar a la educación del sentimiento, base de toda bondad y felicidad. Una educación estética se complace en el culto de la forma humana”. (Academias de elegancia, 1917, p. 38). En definitiva, la elegancia y la belleza eran características que promovía el tenis. Discursos similares sobre la elegancia y la belleza fueron encontrados por Goellner (2000) al analizar revistas brasileñas del mismo período. Según la autora, en la Revista Educação Physica la imagen de la mujer deportista era identificada y promovida en vinculación con temas como la belleza, la maternidad y la feminidad, construyendo un ideal de mujer adulta joven, blanca, sana, heterosexual y de clase media forjada a través del esfuerzo individual.

En el caso montevideano, sin embargo, hasta el momento no fueron encontradas en las fuentes referencias al ideal de maternidad. Aquí, la práctica del tenis revaloriza los parámetros de elegancia, gracia, distinción y belleza. Estos parámetros preestablecidos con la práctica del tenis se reproducen con frecuencia, considerando que fue un deporte practicado con gran entusiasmo por las mujeres montevideanas, principalmente las pertenecientes a los sectores distinguidos de nuestra sociedad, el cual cobró un protagonismo singular en el Uruguay del periodo. Sin embargo, esta no fue la única práctica que alcanzó destaque entre las mujeres de las clases más elevadas de Montevideo. En los años 1930, el golf pasa a ocupar las páginas de las revistas mundanas y deportivas. El golf aparece con gran énfasis tanto al aire libre como el “Indoor”. Este es el caso de los torneos desarrollados en el campo de Punta Carretas, donde se destaca la participación de las mujeres, tanto en los textos como en las imágenes que presenta al referirse a este deporte. Al anunciar el torneo que se realizaría en el club de Golf de Punta Carretas, por ejemplo, la revista Rush explicita el interés en apreciar las performances de la señorita Crocker, considerada una de las principales jugadoras de este deporte, y de la señora de Cable, considerada por la revista como una figura destacada tanto del tenis como del “deporte golfístico” (Los “links” del Club de Golf Uruguay Fueron Escenario de la Disputa de dos Interesantes Torneos, 1934, p. 3). Algunas revistas no sólo difundían el golf en sus páginas, como también organizaban torneos de la modalidad. Es el caso de Anales revista nacional, que en 1930 organizó la Copa Revista Anales en el campo de Punta Carretas. Este torneo

[…] reunió a las más distinguidas jugadoras de nuestro medio en una lucha cuyo interés no decreció en ningún instante y que llegó a ofrecer momentos de gran emoción. El interés estuvo aumentado por otra parte, con la intervención de la campeona señorita Fay Crocker, la que no obstante conceder un handicap considerable a las demás competidoras, acompañó constantemente a las ocupantes de los primeros puestos. El triunfo correspondió a Miss Traummar, que se adjudicó por tanto la artística copa que llevaba el nombre de nuestra revista, y que dio oportunidad a la realización de la interesante reunión golfística que comentamos. (Por la copa Revista Anales de Golf, 1930, p. 25) 

El club Capurro en la década de 1934, a un año de su inauguración, se
encontraba en pleno proceso de expansión y se estableció en las instalaciones de un antiguo hotel homónimo, tras una serie de reformas para adaptarlo a sus nuevas funciones»

 

Ya sea en las descripciones o en las imágenes que las acompañaban, el golf era retratado por las revistas como un espacio ocupado por las mujeres de la “clase distinguida de nuestra sociedad”. Podemos identificar con mayor
énfasis en la década de 1930, publicaciones referidas a la práctica de este deporte que, según las fuentes, estaría vinculado a conceptos como la silueta femenina, la gracia, y mismo la sonrisa de las practicantes. Así como en el
caso del tenis, elementos que hacen reflexionar sobre “la bondad” de algunos deportes como elementos que favorecerían una femineidad deseada para la mujer montevideana. No solo los deportes realizados en canchas y campos, como el tenis y el golf, eran parte de la cultura física de las mujeres montevideanas del primer tercio del siglo XX. Igualmente, frecuentes y variados son los indicios de actividades promovidas para y por mujeres en las playas y piscinas (municipales y privadas). Divulgaciones de regatas realizadas por mujeres, por ejemplo, aparecían en las revistas analizadas desde el inicio del siglo. Por un lado, tenemos aquellas regatas difundidas en espacios como la sección “curiosidades del deporte extranjero”2, que noticiaba eventos deportivos internacionales – como las regatas realizadas en Cartagena (1908) y Buenos Aires (1919). Por otro, también se encuentran algunos registros de competencias realizadas en Uruguay, como la competencia de yates realizada en la bahía de Montevideo en 1934:

El sábado la bahía fue escenario de una nueva competencia de yachts interviniendo en esta oportunidad las damas como timoneles de los finkeels, lo cual hizo que la carrera despertara singular interés. Cinco fueron los yates que en ella intervinieron.
[…] El triunfo correspondió a la embarcación que timoneaba la señora Blanca R. de Castillo, no antes haber tenido que bregar intensamente para conseguirlo. (El yate timoneado por la Dra. Blanca R. de Castillo fue el ganador,1934, p. 27)

Un aspecto para destacar de estas regatas refiere a la función del timonel. Por un lado, las regatas bonaerenses de 1919 fueron realizadas por embarcaciones movidas por mujeres, pero dirigidas por un hombre; por otro,
en las regatas desarrolladas en Montevideo en 1934, la tripulación está compuesta por mujeres y hombre, pero quienes llevan el timón del barco son las mujeres. Ambas regatas presentan su diferencia en cuanto al tipo de
embarcación, la de Buenos Aires era de un remo largo y en Montevideo era de yate a vela. De igual manera es interesante destacar el rol que cumple el timonel, quien es clave para contener la estabilidad de la embarcación, guiarla, motivar al resto de la tripulación y corregir aspectos técnicos si es necesario. En este sentido, se percibe que en las regatas del 1934 el rol protagónico está siendo ocupado también por mujeres, pero a su vez esto tiene un doble sentido, ya que es en la función de timonel que las personas no realizan fuerza en el transcurso de la competencia. Con ello visualizamos que por un lado se destaca el rol protagónico de la mujer por la revista con su expresión “la carrera despertó singular interés” por la intervención de las damas como timoneles, pero, por otro lado, son las que no hacen el esfuerzo vinculado con el físico.

En las revistas analizadas es común encontrar mujeres en variadas playas montevideanas, como Pocitos, Ramírez, Carrasco y Capurro, identificados como aquellos espacios físicos donde se promovía “el baño, con su salobre pronunciado y excitante, con su frescura estremecedora, con su azul cristalino y limpio, impresiona cual inyección de vida. Es un latigazo de energía que hiere la carne y pone los músculos como una corriente eléctrica”. (Punta del Este, 1919, p. 5)

Un punto importante para destacar de estos contextos veraniegos es la “separación por sexo en los baños de mar”. Podemos encontrar indicios que denotan como en el 900 estaba más instaurada la idea de separación por sexo en los baños de mar, lo cual subyace en la publicación de Anales revista nacional, quien nos advierte que los baños mixtos seguramente inspirarán “horror de un círculo dantesco”.

Podríamos asegurar que, en aquel tiempo en el que para bañarse habría que ocultar a la mirada de los otros lo que ya estaba completamente oculto, nadie se bañaría o no pasaría el baño, de un remojin perfectamente inédito. […] El baño de mar en Pocitos en 1900 se hacía lejos de las miradas indiscretas de los hombres. (El Pocitos del 1900, 1930, p. 20).

Algo similar ya nos indicaba la misma revista en 1919, cuando un redactor opinaba que, indagado sobre los baños mixtos, contestó que, si fuera mujer, “sería decididamente contrario a estos baños” debido a las normas a que deberían obedecer para estar en los baños mixtos. Además de usar toilettes consideradas feas, prosaicas e “inestéticas”, no habría, según el autor,

[…] nada más desgraciados que esos trajes bajo los cuales desaparecen todo el seductor misterio de la línea; el encanto femenino se esfuma en la vulgaridad irritante de la hueca vestimenta y no creo que haya nada más a propósito para hacer perder la devoción a la mujer. La distinción muere; la gracia parece que se ha dejado olvidada, y casi le diré que hay momentos en que mis ojos todos se confunden y que no sabrían distinguir si se trata de una fragante rosa en plena primavera o de una venerable ciudadana con aspiraciones a boya. (Punta del Este, 1919, p. 5)

A pesar de esta postura bastante pesimista del redactor, que en algunos momentos casi cosifica al cuerpo femenino, podemos encontrar en el mismo año registros fotográficos y textuales de las playas llenas de mujeres. Así, se perciben ciertas ambivalencias respecto a la separación por sexos en las playas montevideanas entre los indicios encontrados en las fuentes y lo que se encuentra en la literatura. Por un lado, Barrán (2008) nos advierte que luego de transcurrida la “cultura bárbara”, una “sensibilidad civilizada” apostó a separar los sexos a finales del siglo XIX y comienzos del XX; por otro lado, las fuentes analizadas del periodo denotan diversas posturas con
relación a este tema: en algunos momentos se constata esta separación, pero en otros se identifican mujeres y hombres participando de manera conjunta y hasta circulando en los mismos espacios destinados a los sports. Ya transcurrida la década de 1920, podemos encontrar en las diversas playas la presencia en simultáneo de mujeres y hombres, ambos en contextos de prácticas deportivas. Esto sucede en la playa Capurro, donde el club
deportivo femenino Capurro, en épocas de verano desplazaba las actividades a la playa, tanto las canchas de voleibol, como su balsa con trampolines, utilizados al mismo tiempo tanto por hombres como mujeres.

La revista Rush, desde su edición n. 30 de 1934 se refiere a este club como un lugar donde “el elemento femenino se ha revelado contra la inacción, y así ha llevado a las playas – por medio del club Capurro – los medios para hacer deporte”. (El deportivo femenino Capurro es un club de verdad, 1934, p. 12). Las actividades desarrolladas en la playa Capurro, representaban un espacio que se debía reproducir como modelos en las playas de Montevideo. En este sentido, es de destacar el lugar protagónico que les dio Rush a las actividades desarrolladas por este club, destacando que el representaba “perfectamente lo que debe ser una playa” (El deportivo femenino Capurro es un club de verdad, 1934, p. 12). En las diversas publicaciones de esta revista, en los textos y en las imágenes, aparece con gran protagonismo la mujer en vínculo con la cultura física.

El club Capurro en la década de 1934, a un año de su inauguración, se encontraba en pleno proceso de expansión y se estableció en las instalaciones de un antiguo hotel homónimo, tras una serie de reformas para adaptarlo a sus nuevas funciones (El deportivo femenino Capurro es un club de verdad, 1934, p. 12). Las actividades más frecuentes eran voleibol, natación, tenis, básquetbol, hockey, atletismo como clases de gimnasia dictadas por la señorita Luziardo, que se observa en la imagen a seguir, y ocurrían tanto en el club como las trasladadas a la playa.

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