Rubén Paz: el mago que jugaba con luz propia
El fútbol de Rubén Paz tenía esas virtudes que ya escasean: la pausa justa, el control orientado perfecto, la inteligencia táctica que hacía jugar a todos mejor. Un 10 viejo, de los que ya no se fabrican.

GRANDES ENTREVISTAS/Desde Rivera Eduardo Mérica para FMFUTBOL.
Hay futbolistas que pasan, otros que quedan, y unos pocos —muy pocos— que dejan una marca que no se borra jamás. Entre estos últimos está Rubén Walter Paz, el volante ofensivo uruguayo que no solo jugó al fútbol: lo transformó en una expresión artística.
Un creador.
Un conductor.
Un ídolo sudamericano que brilló en cada camiseta que vistió y que hoy, ya como entrenador, sigue llevando dentro ese fuego sagrado que solo poseen los elegidos.

De Artigas al mundo: el origen del mago
Rubén Paz nació en Artigas, donde la pelota es un lenguaje cotidiano y la gambeta una forma de resistencia. Allí, en el norte profundo del Uruguay, empezó a mostrar que tenía algo distinto.
Su debut fue en Peñarol de Artigas, donde ya deslumbra como un volante capaz de inventar jugadas desde la nada, un futbolista con una lectura del juego que parecía adelantada para su edad.
No tardó en llamar la atención de la capital.
Llegó a Peñarol de Montevideo, donde sumó títulos nacionales y se consolidó como la clase de jugador que detiene la tribuna y obliga a los rivales a mirar dos veces.
Su pie izquierdo era un pincel.
Su visión, un mapa del tesoro que solo él entendía.

Brasil y el salto a la idolatría continental
Del Uruguay al gigante del continente: Internacional de Porto Alegre.
En Brasil, Rubén Paz confirmó lo que todos intuían: que estaba hecho para escenarios grandes. Su forma de jugar —suave, inteligente, creativa— encajaba a la perfección en el fútbol técnico de los gaúchos.
Fue figura, líder, bandera.
Uno de esos jugadores que se ganan al público desde el primer toque.
Brasil fue su trampolín, pero Argentina sería su reino.

Racing y la consagración como mito
Cuando Rubén Paz llegó a Racing Club, el club de Avellaneda vivía tiempos difíciles. Pero los cracks aparecen donde más se los necesita, y Rubén emergió como el salvador futbolístico de una institución que ardía en pasión.
Con la camiseta albiceleste, Rubén alcanzó su cima emocional y deportiva.
En 1988, fue elegido Futbolista Sudamericano del Año, un reconocimiento reservado a los nombres que definen una era.
No era delantero, no era goleador, no era un jugador escandaloso.
Era un volante que hacía jugar, que cambiaba partidos con un toque, que iluminaba a los compañeros, que tenía una elegancia que en Argentina todavía se recuerda con devoción.
En Racing, Rubén Paz es más que un ídolo:
es un símbolo.
Un tatuaje colectivo.
Una nostalgia que no duele: emociona.
Lembranças de felicidade no beira rio ❤️ abraço a os torcedores @SCInternacional pic.twitter.com/AbpijCNPB2
— Ruben Paz (@rpazmar10) November 14, 2025
Europa también lo disfrutó
Antes de consagrarse como un mito sudamericano, Rubén llevó su talento a Francia, donde jugó en el París Matra, dejando muestras de su clase en una liga que recién comenzaba a abrir las puertas a los grandes talentos del continente.
Su fútbol no necesitaba traducción:
era universal.

La Celeste y los Mundiales
Rubén Paz vistió la camiseta celeste en las grandes citas del planeta:
Mundial de México 1986 y Mundial de Italia 1990.
En la selección fue conductor, socio, referencia.
Integró el equipo campeón de la Copa de Oro de Campeones Mundiales en 1981, la mítica “Mini Copa del Mundo” disputada en Uruguay, un título que hoy sigue siendo motivo de orgullo para el fútbol celeste.
Además, fue elegido en el Equipo Ideal de América en
1987 y 1988, una distinción que lo ubica en el Olimpo de los mejores jugadores del continente.

Un talento que marcó una generación
El fútbol de Rubén Paz tenía esas virtudes que ya escasean:
la pausa justa, el control orientado perfecto, la inteligencia táctica que hacía jugar a todos mejor.
Un 10 viejo, de los que ya no se fabrican.
Un caudillo silencioso que comandaba sin gritar.
Ganó títulos, premios, aplausos.
Pero sobre todo, ganó la admiración de quienes lo vieron jugar.
En Uruguay, Argentina, Brasil y Francia.
El RECUERDO
Hoy, Rubén Paz sigue ligado al fútbol como entrenador, pero su figura no puede definirse solo por lo que hace, sino por lo que representa:
la escuela uruguaya de talento fino, ese linaje que va desde Schiaffino a Enzo Francescoli, desde Rubén Sosa a Recoba.
Rubén Walter Paz no fue simplemente un jugador.
Fue —y sigue siendo— una manera de jugar.
Una manera que hizo soñar a hinchas de tres países, que brilló en dos Mundiales y que dejó su nombre grabado en la historia grande del fútbol sudamericano.
Rubén Paz es, sin exagerar, uno de los últimos grandes magos del continente.



