Amateurismo

Una novela Clara: Juegos callejeros y «Tapes y Agraciada»

Los juegos de la infancia de Clara en el barrio Arroyo Seco de Montevideo eran una mezcla de libertad, creatividad y lazos vecinales.

AMATEURISMO EN EL BARRIO ARROYO SECO/Desde Montevideo Eduardo Mérica para DIARIO URUGUAY.

 

Capítulo 5 Influencia en la Trama de su Novela

La novela de Clara, titulada provisionalmente «Tapes y Agraciada», fue la culminación de su proyecto de vida: preservar la memoria oral del barrio. La influencia de la inmigración fue el eje central:

Personajes Multifacéticos: Los personajes principales no eran solo uruguayos, sino que cargaban con el legado de sus países de origen. La protagonista, inspirada en parte en Lucía Cabeza, la asturiana pionera, navegaba la vida en Montevideo con la resiliencia de quien ha dejado todo atrás.

La Transformación del Paisaje: La trama usaba la transformación física del barrio —el paso de las quintas a la urbanización, la llegada del ferrocarril, la construcción del Palacio de la Luz— como metáfora de la adaptación de los inmigrantes a su nueva patria. Las viejas casonas y almacenes eran escenarios vivos donde se desarrollaban dramas familiares y romances interculturales.

El Conflicto Generacional: Un tema recurrente era la brecha entre la primera generación de inmigrantes, que vivía con la nostalgia del terruño, y sus hijos y nietos, que se sentían plenamente uruguayos pero respetaban y valoraban sus raíces. Clara exploró la belleza y el dolor de esa dualidad cultural.

Capítulo 6 Juegos callejeros y en la plaza

Los juegos de la infancia de Clara en el barrio Arroyo Seco de Montevideo eran una mezcla de libertad, creatividad y lazos vecinales. Lejos de las distracciones tecnológicas actuales, la calle, la plaza y los patios eran los escenarios principales para sus aventuras infantiles.

La escondida: Este clásico era uno de sus favoritos. En los grandes terrenos y las casonas antiguas del barrio, los niños encontraban infinitos escondites, desde detrás de los portones de hierro hasta dentro de las viejas tapias.

La mancha: Una variante común era la «mancha venenosa», en la que el tocado debía caminar con la mano sobre el lugar afectado. Correr por las calles adoquinadas y esquinar los autos estacionados eran parte de la emoción.

Las rondas: Canciones como «Arroz con leche» o «Aserrín aserrán» resonaban en la Plaza «Las Pioneras», donde los niños se tomaban de las manos y giraban en círculo, guiados por la voz más aguda.

El elástico y la rayuela: La vereda frente a la casa de Clara era la cancha oficial de estos juegos. Con una tiza, dibujaban la rayuela en el asfalto y se sentían «malabaristas» buscando el equilibrio. Con el elástico, cada nivel subía la dificultad y la risa aumentaba.

Las bolitas: Conocidas también como «bolichas», eran un tesoro para Clara y sus amigos. Las bolitas de cristal de colores eran las más codiciadas y generaban emocionantes partidas en la tierra de algún terreno baldío.
Juegos de imaginación y creación.

Historias en las quintas: Antes de que la urbanización se consolidara, los terrenos con viejas quintas eran su reino de fantasía. Allí, Clara y su amigo Orlis, conociendo las leyendas del barrio, inventaban historias de piratas, exploradores y caballeros.

Teléfono descompuesto: Este juego les enseñaba sobre la atención y la comunicación. En las reuniones de amigos, las risas estallaban al escuchar el disparate final de la frase que viajaba de oído en oído.

Juegos de roles: Inspirada por su abuelo y las historias de los inmigrantes, Clara jugaba a ser cronista, grabando los relatos de los viejos con una grabadora de juguete o, más adelante, escribiendo sus anécdotas en pequeños cuadernos.

Estos juegos no solo eran una forma de pasar el tiempo, sino que también fortalecían la amistad, la creatividad y la conexión con el entorno. Las calles, con sus subidas y bajadas, y los espacios verdes, como la plaza, eran una extensión natural de sus casas, donde la vida del barrio y sus historias se entrelazaban con cada juego.

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