Una novela Clara: la infancia en el barrio
Las historias de la inmigración en Arroyo Seco son el alma tanto de la novela de Clara como de su boda con Mateo.
AMATEURISMO EN EL BARRIO ARROYO SECO/Desde Montevideo Eduardo Mérica para DIARIO URUGUAY.
Capítulo 4: La niñez del barrio
Clara, desde niña, creció inmersa en las historias de los inmigrantes que forjaron Arroyo Seco. Sus amigos de infancia eran hijos y nietos de españoles, italianos y asturianos, tejiendo una comunidad unida y diversa.
Infancia y Juventud: La vida de Clara estuvo marcada por la convivencia diaria con estas familias. Las historias migrantes de pioneros como Remigio Asenjo y Lucía Cabeza eran parte del folklore local. Compartían tradiciones y anécdotas, formando la base de la identidad del barrio.
Adultez y Matrimonio: Al crecer, Clara documentó estas vivencias. Su novela se nutría de las historias de familias grandes y pequeños comerciantes, reflejando la fusión cultural. Se casó con Mateo, nieto de inmigrantes italianos, simbolizando la unión de esas raíces y la consolidación de esa comunidad mestiza en el corazón de Montevideo.
Las historias de la inmigración en Arroyo Seco son el alma tanto de la novela de Clara como de su boda con Mateo.
Influencia en la Boda de Clara y Mateo
La boda de Clara y Mateo no fue solo la unión de dos personas, sino el encuentro de las tradiciones de sus ancestros, reflejando el crisol cultural del barrio:
El Menú Festivo: La recepción se celebró en un viejo salón social que alguna vez fue un almacén de ramos generales. El menú fue una fusión deliberada: la pasta casera italiana de la nonna de Mateo se sirvió junto al tradicional asado uruguayo y las empanadas gallegas que la abuela de Clara preparaba para las fiestas patrias.
La Música y el Baile: La celebración fue un carnaval de sonidos. Un acordeón tocaba tarantelas italianas, que daban paso a murgas del carnaval montevideano, y culminaba con las gaitas que el tío de Clara, conmovido, tocaba para recordar la Asturias natal de sus padres.
Detalles Simbólicos: En las mesas, en lugar de números, había nombres de calles emblemáticas del barrio o apellidos de las familias pioneras que Clara había entrevistado. Cada invitado recibía como recuerdo una pequeña libreta, similar a la que Clara usaba para sus notas, con la frase: «Nuestra historia la escribimos juntos».
